Por: Ángela María Robledo.
Hace algunas semanas en un trabajo periodístico quizás sin precedentes en Colombia, la Revista Semana presentó el Proyecto Víctimas del Conflicto en Colombia, en donde muestra que en nuestro país cerca de 5,5 millones de personas han sufrido de forma directa los efectos de esta guerra degradada que incluye un macabro repertorio de violencia que va desde desapariciones forzadas, secuestros, masacres, reclutamiento forzado, despojos, desplazamiento, hasta el asesinato de periodistas, funcionarios públicos y los mal llamados «falsos positivos».
Sus principales víctimas son mujeres, cerca de 2.700.000, y niños y niñas: 1.163.218 son menores de 12 años quienes hacen parte de la población desplazada, de los cerca de 14.000 niños, niñas y adolescentes reclutados en ejércitos irregulares, y los cerca de 3.000 jóvenes víctimas de los «falsos positivos». Medicina Legal acaba de reportar que en lo corrido de este año 404 menores de 18 años han muerto en Colombia víctimas de homicidio.
Pero no sólo la guerra convierte a niños y jóvenes en víctimas, según un estudio de la Cepal nuestros jóvenes tienen cinco veces más posibilidades de morir asesinados que en toda América Latina. El 15% de los homicidios en el país los sufren adolescentes y jóvenes menores de 19 años. Y si la guerra se ensaña con los niños y jóvenes, la pobreza, la violencia, la desidia y el abandono los castiga aún más: 1 millón de niños menores de 5 años no tiene acceso a la atención de primera infancia. El ICBF recibió 46.329 denuncias por maltrato físico, psicológico, negligencia y descuido, mientras que Medicina Legal reporta que 17.628 niños fueron víctimas de delitos sexuales en el mismo año 2011.
La pobreza incide más en hogares que tienen como jefe de hogar un/a joven menor de 25 años (13%). La situación se agrava si es del campo: 22% (DANE: GEIH 2011). La tasa de desempleo para los jóvenes entre 14 y 26 años es el doble (20%) de la del país. Y más grave aún, 1,6 millones de niños, niñas y jóvenes están por fuera del sistema educativo y de los que logran ingresar (1 de cada tres estudiantes de noveno grado) deserta de la escuela. (MEN). La brecha de la calidad educativa entre ricos y pobres es dramática, según resultados del Icfes la calidad de los estudiantes de colegios privados es casi cuatro veces mayor que la de estudiantes de colegios que tienen financiación estatal. El investigador Mauricio García de DeJusticia, lo ha llamado un «Apartheid Educativo».
Frente a la guerra, la pobreza y la falta de oportunidades muchos jóvenes sobre todo quienes habitan en sectores urbanos en los estratos 1 y 2 terminan en conflicto con la ley. Actualmente 27.309 jóvenes están dentro del Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes – SRPA- por delitos como hurto (37%) y micro tráfico (31%). En reiteradas ocasiones hemos demostrado desde el Congreso de la República que en lugar de someterse a un proceso con finalidad pedagógica, como lo exige el Código de Infancia y Adolescencia, muchos de estos muchachos terminan en peores condiciones, incluso mueren en confusas circunstancias como lo ocurrido en la ciudad de Cali, hace algunas semanas, cuando tres jóvenes murieron y tres más resultaron lesionados en los centros del Buen Pastor y en Valle del Lili. En el último año, dos adolescentes se suicidaron en estos centros, uno ahorcado con una sabana y el otro intoxicado. En Bogotá, en el centro de recepción de adolescentes en conflicto con la ley, el hacinamiento es tal que tienen que dormir en el suelo y pasan varios días sin probar bocado. Tanto en Cali como en Bucaramanga, se han presentado denuncias al ICBF y a la Procuraduría, sobre la existencia de «calabozos», celdas oscuras de castigo que contravienen la normatividad sobre justicia juvenil en el mundo. Estos centros se parecen más a las horribles cárceles en Colombia, que a centros donde los adolescentes, mediante un proceso de justicia restaurativa puedan pagar su sanción penal y reparar el daño causado.
Tal vez por las ironías de la vida la presentación del Proyecto Víctimas cerró con los raperos de grupo C15, Jeison, Jairo, Juan David, Daniel y Marlon, un grupo de muchachos de la Comuna 13 de Medellín uno de los sectores de mayor fragilidad social del país y en donde en los tres últimos años han asesinado siete raperos, cantó: «Aquí si hay amor, ilusiones, pon una mano en tu corazón…»